Bruno Velázquez.-
Ni Mahomes, ni Purdy, ni mucho menos Usher, el verdadero show del Super Bowl LVIII lo dio la cantante Taylor Swift. Viviendo la experiencia del Super Bowl como una auténtica fanática y la novia del campeón Travis Kelce.
Taylor Swift se convirtió en el centro de atención, incluso las casas de apuestas tomaron en cuenta la posibilidad de que la cantante llorara en caso de que los Chiefs perdieran, pero lejos de eso, Taylor sorprendió a todos con una actitud entusiasta y apasionada.
Desde la mañana del partido, todos los medios de comunicación estuvieron pendientes del avión de Swift, que venía de Tokio y que los buscadores de vuelos etiquetaron como "The Football Era". Llegando a tiempo a Los Ángeles y así poder presenciar el emocionante juego en Las Vegas y acompañar personalmente a Kelce.
Es interesante destacar que, con ella en el palco, el rendimiento de su novio se eleva notablemente, promediando 99 yardas por encuentro, en contraste con las 46 yardas en su ausencia.
Taylor Swift demostró cómo vivir intensamente un Super Bowl y no le importó ser la persona con mayor enfoque en las tres gigantescas pantallas del Allegiant Stadium en gradas.
Gritó, brincó, bebió y hasta cerró la noche con un beso autentico de Hollywood para celebrar el bicampeonato de los Kansas City Chiefs.
Con su carisma y presencia, Taylor Swift ganó el protagonismo en el Super Bowl LVIII y dejó atónitos a los espectadores. Su papel como novia del ala cerrada, Travis Kelce; la convirtió en una figura inolvidable en este evento deportivo de renombre mundial.
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