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Los científicos estiman meses de intensa ceniza por el Popocatépetl

Prevén escenarios parecidos al actual

Después de cientos de explosiones y más de 40 horas seguidas de emisiones, los investigadores apuntan a que el volcán se estabilizará, sin una erupción dramática, pero con niveles altos de actividad


México es un país de volcanes. Hay más de 2.000 y 48 están activos, o potencialmente activos. El 60% de la población del país vive sobre el suelo que ellos modificaron. Solo en un radio de 20 kilómetros alrededor del Popocatépetl viven nueve millones de personas, si se amplía a 60 kilómetros ya son 25 millones. Estar tan cerca de un área densamente poblada ha convertido al Popo es el segundo volcán más riesgoso del mundo. 



El volcán Popocatépetl está activo desde 1994 y todo el mundo lo sabía, pero desde hace unos días se han disparado las alarmas por su actividad creciente, en más de 40 horas no ha cesado su actividad. Alrededor de 7.000 soldados se han movilizado a los Estados de Puebla, Morelos y Estado de México por si hace falta organizar una evacuación de las poblaciones cercanas al volcán, se han suspendido las clases en 40 municipios.

“La probabilidad de que la ceniza se dirija a Ciudad de México es muy alta.”, explica la investigadora Ana Lillian Martin en una conferencia organizada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La experta en vulcanología, señala que las cenizas irritan las vías respiratorias, los ojos y también pueden dar picor de piel. Al mojarse se enlodan y crean una pasta difícil de deshacer. Oscurecen el medio ambiente y se pueden colar en los motores de los aviones, dañar los parabrisas de los coches. También afectan a las telecomunicaciones de los celulares, a su vez el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) ha recomendado quedarse en interiores, tapar puertas y ventanas, usar mascarilla y gafas si hay que salir al exterior y evitar manejar.

¿Cuánto tiempo habrá que estar así? “Para eso no tenemos una bola de cristal”, responde el vulcanólogo Robin Campion, que señala que es difícil hacer pronósticos exactos en las tres velocidades que se manejan: no se sabe cuánto va a durar este episodio —pueden ser días—, ni cuándo acabará este período más intenso que acaba de comenzar —pueden ser meses—, ni cuándo volverá a dormirse un volcán que lleva tres décadas despierto —pueden ser años—.

Podemos entender mejor a los volcanes si los imaginamos como grandes máquinas que acumulan energía y después la liberan.



Dentro del Instituto de Geofísica se contempla que cada 70 años el volcán se reactiva, dura un tiempo despierto y después se vuelve a dormir. Desde hace casi tres décadas está con un ojo abierto. En este último periodo de actividad se han registrado muchos episodios como el de ahora: ocurrió en diciembre de 1994 y en el 2000, también en 2012, en 2019 y 2020.

“En la actividad del 2000 se evacuaron a 42.000 personas, 14.000 se fueron a albergues. No estamos en esa situación ni en esa condición”, señala el investigador Carlos Valdés. Esa misma idea la apuntala Carlos Gutiérrez Martínez, director de Investigación del CENAPRED: “El volcán tiene una edad de al menos medio millón de años. Sin querer minimizar el problema, lo que estamos viendo en términos geológicos y volcánicos es algo pequeño”.

La imagen de ahora se empezó a fraguar a final de diciembre, explica Robin Campion. El volcán empezó a recargarse de magma juvenil, que es más rico en gases —y son los gases el motor de las erupciones—. El aumento primero fue gradual. El 10 de mayo a las 00.05 horas un estruendo hizo vibrar las ventanas de las poblaciones más cercanas, el sonido despertó a los vecinos. Se registraron más explosiones, hasta que, finalmente, el 19 de mayo saltaron acelerados los parámetros que miden los gases, el tremor, la producción de ceniza, la producción de energía térmica. “Todo aumentó de manera paralela”, señala Campion.

Desde entonces no ha parado. Esa continuidad ha hecho levantar la fase 3 de la alerta amarilla. Para llegar a la alerta roja, la situación tendría que descontrolarse, lo que no parece que vaya a ocurrir.

La situación actual con el Popocatépetl es la que habría en un hospital con un paciente en terapia intensiva: hay médicos 24 horas observando, analizando y tomando decisiones para que todo salga bien. La atención está puesta en si disminuye su expulsión de energía y cómo lo hace. Una bajada abrupta podría significar que hay un taponamiento del conducto del volcán, que desencadenaría en lo que los científicos llaman una liberación explosiva.

De momento, es positivo que continúe con un “chorro constante”. “Significa que el sistema de conductos sigue abierto y sigue liberando energía de manera constante”, explica Campion. Los últimos datos referidos por Campion apuntaban hacia una estabilización de los valores.


Los científicos estiman meses de intensa ceniza por el Popocatépetl
Gerencia 23 de mayo de 2023
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¿Qué pasaría si el Popocatépetl hace erupción?
Un evento de esta naturaleza debería ser previsto por los sistemas de detección y monitoreo del volcán para tomar medidas preventivas