Dennisse Montañez
Altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos han encendido las alertas ante una amenaza que consideran inminente: el posible uso de drones por parte de cárteles mexicanos para perpetrar ataques directos en la frontera sur del país. El Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) advirtió que, si bien hasta ahora estos dispositivos han sido utilizados para contrabando y vigilancia, su potencial ofensivo ya no puede ser ignorado.
“Es solo cuestión de tiempo hasta que ciudadanos estadounidenses o agentes del orden sean blanco de un ataque”, afirmó Steven Willoughby, subdirector del programa antidrón del DHS, durante una audiencia ante el Senado estadounidense.
La preocupación no es infundada. Tan solo en los últimos seis meses de 2024 se detectaron más de 27 mil vuelos no autorizados de drones en un radio de 500 metros de la frontera entre México y Estados Unidos. La mayoría de estas incursiones ocurrieron durante la noche y a altitudes superiores a las permitidas, lo que evidencia un patrón de operación deliberado y cada vez más sofisticado.
Uno de los focos principales de vigilancia es la ciudad de Laredo, Texas. En este punto fronterizo, el despliegue de un batallón militar con vehículos blindados tipo Stryker ha permitido identificar al menos 70 incursiones de drones en un periodo de una semana. Muchos de estos aparatos cuentan con cámaras de alta resolución y han sido utilizados para monitorear los movimientos de las fuerzas del orden estadounidenses en tiempo real.
Funcionarios de la Guardia Nacional y de la Patrulla Fronteriza han reconocido que se trata de un fenómeno sin precedentes, que combina crimen organizado con tecnología de bajo costo e inteligencia táctica. Las autoridades temen que el siguiente paso sea la incorporación de explosivos improvisados u otro tipo de carga ofensiva, como ya ha ocurrido en algunas regiones del interior de México.
Desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum ha rechazado que existan actualmente drones cruzando hacia Estados Unidos con fines violentos. Según su postura, los incidentes reportados han ocurrido exclusivamente del lado mexicano, y destacó la “colaboración permanente” entre ambos países en materia de seguridad fronteriza.
En la misma línea, la Secretaría de Marina descartó que los drones detectados sean armados o utilizados con fines terroristas. Aseguró que los dispositivos corresponden a modelos de uso comercial, operados sin autorización, pero sin evidencia de actividades bélicas.
No obstante, en estados como Chiapas, Tamaulipas y Michoacán, las autoridades mexicanas han comenzado a desplegar drones de vigilancia policial, lo cual sugiere una preparación para enfrentar nuevas formas de criminalidad aérea.
Ante este nuevo desafío, las agencias estadounidenses han comenzado a invertir en sistemas antidron avanzados que incluyen radares de corto alcance, software de inteligencia artificial, inhibidores de señal y tecnologías de interferencia electromagnética. El objetivo es neutralizar en tiempo real cualquier aeronave no tripulada que represente una amenaza.
En paralelo, legisladores del Partido Republicano han presionado para que los cárteles mexicanos sean designados oficialmente como organizaciones terroristas extranjeras. Esta clasificación permitiría una intervención más amplia y menos limitada por las actuales reglas de cooperación internacional.
El gobierno de Estados Unidos considera que la frontera sur se encuentra en un punto de inflexión tecnológico. Las amenazas ya no se limitan al tráfico terrestre o marítimo: ahora, el aire es un nuevo frente que requiere respuesta inmediata y coordinación entre agencias nacionales e internacionales.
Aunque no se han registrado hasta ahora ataques con drones desde territorio mexicano hacia objetivos en Estados Unidos, la experiencia reciente dentro del propio México es motivo de preocupación. En estados como Guanajuato, Zacatecas y Michoacán, grupos armados han utilizado drones modificados con explosivos y metralla para atacar instalaciones de seguridad y a grupos rivales.
Estos precedentes han llevado a las agencias de inteligencia estadounidenses a considerar que los cárteles ya tienen la capacidad técnica para replicar estas acciones en zonas fronterizas. La pregunta no es si sucederá, sino cuándo y bajo qué circunstancias.
La frontera entre México y Estados Unidos enfrenta una amenaza emergente y cada vez más compleja: el uso de drones como herramienta de operación y posible ataque por parte del crimen organizado. Las autoridades de ambos países coinciden en que se requiere una vigilancia reforzada y una estrategia conjunta para contener esta nueva dimensión del narcotráfico y la violencia transnacional.